Este sábado, en Washington D.C., miles de personas se unieron en una protesta en contra de las políticas de la administración Trump y del Departamento de Eficiencia Gubernamental, liderado por Elon Musk. Bajo el lema “¡Manos fuera!”, manifestantes de diferentes sindicatos, organizaciones de derechos civiles y empleados públicos se reunieron en el Monumento a Washington para exigir el cese de los despidos, la protección de la Seguridad Social y la detención de lo que algunos luego llaman la “gran purga federal de 2025”.
El ambiente estaba cargado de disfraces, sátira y símbolos provocadores. Unos pingüinos hinchables fingían acometer a un Elon Musk de cartón piedra, mientras una marioneta de Vladímir Putin amamantaba a otra de Donald Trump bajo una bandera estadounidense colocada bocabajo. Estos símbolos satíricos reflejan el malestar creciente hacia las políticas del jefe y su equipo.
Entre los lemas más repetidos se leían: “Manos fuera de nuestros derechos”, “El Estado no es un negocio” y “No al Gobierno de los milmillonarios”. Un bloque de trabajadores federales marchaba tras una pancarta con el mensaje: “Defendemos a América. ¿Quién nos defiende a nosotros?”. Estas palabras muestran la preocupación de los empleados públicos por el futuro de su trabajo y su país.
Uno de los nuevos símbolos de esta epidemia de protestas son precisamente los pingüinos, convertidos en icono satírico desde que Trump anunciara esta semana un arancel del 10% a las importaciones desde una isla deshabitada donde solo viven esos animales y algunas focas. La medida, por absurda que parezca, ha catalizado la creatividad y el humor político en las movilizaciones.
La marcha de Washington fue una de las más de 1.200 manifestaciones convocadas en los 50 estados por unas 150 organizaciones. Los promotores estiman que había medio millón de personas registradas en todo el país. Aunque no alcanzó la magnitud de la Marcha de las Mujeres de 2017, la convocatoria reflejó un malestar creciente hacia las políticas de Trump y la figura de Musk, que empieza a cristalizar en un frente opositor amplio, cargado de ironía, cansancio y acción política.
Los insultos hacia el jefe luego no se limitan a la crítica institucional. Términos como “fascista” o “nazi” comienzan a aparecer con frecuencia en pancartas y cánticos, algo inusual en el discurso político estadounidense, más contenido históricamente en el uso de ese tipo de etiquetas. Sin embargo, muchos manifestantes consideran justificado este lenguaje debido a las políticas y acciones de Trump y su equipo.
Entre los asistentes a la marcha había empleados públicos, algunos aún en activo, pero muchos luego despedidos. Se notaba en las pancartas, en las conversaciones y en un ambiente de frustración general. Xavier T., de 57 años, despedido del Departamento de Educación hace dos semanas, sostenía un cartel que decía “Salvemos la educación pública”. Prefiere no dar su apellido porque tiene un litigio abierto contra el Estado. “Después de 23 años sirviendo al país, me echaron a la calle con un correo electrónico”, relató. “No he dejado de pagar impuestos ni un solo mes. Y ahora me dicen que soy punto del problema”.
También había personas que no son funcionarias, pero temen por su estatus migratorio. María del Rosario, salvadoreña naturalizada estadounidense de 42 años, acudió a la marcha por miedo a una nueva oleada de deportaciones. Trabaja como cuidadora de personas mayores en Maryland y lleg