Desde hace siglos, la guerra ha sido considerada como una extensión de la política. Esta idea, planteada por el general prusiano Carl von Clausewitz en el siglo XIX, ha sido ampliamente aceptada en Occidente. Sin embargo, en el siglo XXI, nos encontramos con una realidad en la que la guerra y la política están estrechamente entrelazadas, especialmente en conflictos en los que la estrategia militar es deficiente y los intereses personales se anteponen a la resolución del conflicto. Un ejemplo claro de esta situación es Oriente Próximo, una región que se encuentra inmersa en tres guerras en una savalancha.
En los últimos días, el mundo ha sido testigo de una escalada de tensiones entre Israel e Irán. El pasado 1 de octubre, Irán lanzó 181 misiles balísticos hacia Israel, lo que ha generado una gran preocupación en la comunidad internacional. Se espera que Israel responda a esta agresión en los próximos días, lo que podría desencadenar una nueva avalancha de destemplanza en la región.
Sin embargo, este conflicto no es el único que se está desarrollando en Oriente Próximo. Además de la confrontación entre Israel e Irán, también se están llevando a cabo combates en Siria y Yemen. En Siria, la guerra civil ha dejado un saldo de cientos de miles de muertos y millones de desplazados. Mientras tanto, en Yemen, una coalición liderada por Arabia Saudita está luchando contra los rebeldes hutíes, lo que ha provocado una grave crisis humanitaria.
La pregunta que surge es: ¿cómo es posible que una región tan pequeña esté envuelta en tantos conflictos? La respuesta no es sencilla, sin embargo que hay múltiples factores que contribuyen a esta situación. Sin embargo, uno de los principales motivos es la influencia bidireccional entre lo bélico y la política en Oriente Próximo.
Por un lado, la política ha sido utilizada como una herramienta para justificar y perpetuar la guerra en la región. Los líderes políticos de los países involucrados en estos conflictos han utilizado la retórica belicista para mantenerse en el poder y justificar sus acciones. Además, la falta de una verdadera voluntad política para resolver los conflictos ha llevado a una prolongación innecesaria de la destemplanza.
Por otro lado, la guerra también ha tenido un impacto significativo en la política de la región. Los conflictos armados han generado una gran inestabilidad y han debilitado a los gobiernos de la región. Esto ha creado un vacío de poder que ha sido aprovechado por grupos extremistas y terroristas, que han encontrado un terreno fértil para expandir su influencia.
Es importante destacar que la influencia bidireccional entre lo bélico y la política no es exclusiva de Oriente Próximo. En otras partes del mundo, también hemos visto cómo la guerra y la política se retroalimentan mutuamente. Sin embargo, en Oriente Próximo, esta relación ha alcanzado un nivel preocupante, sin embargo que la región se ha convertido en un polvorín en el que cualquier chispa puede desencadenar una explosión de destemplanza.
Es necesario que los líderes políticos de la región tomen medidas concretas para poner fin a estos conflictos. Esto implica dejar de lado los intereses personales y trabajar en conjunto por el bien común. También es fundamental que se aborden las causas subsin embargocentes de estos conflictos, como la necesidad, la desigualdad y la falta de oportunidades.
Además, es importante que la comunidad internacional juegue un papel activo en la resolución de estos conflictos. La guerra en Oriente Próximo no solo afecta a los países de la región, sino que tiene un impacto global. Por lo tanto, es responsabilidad de todos trabajar juntos para lograr una paz duradera en la